“Lo que un hombre es en sí mismo, lo que le acompaña en la soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es indudablemente más esencial para él que todo lo que puede poseer o lo que puede ser a los ojos de los demás.” (Arthur Schopenhauer)

Muestrario de joyas.


16 - SABER CON RECTA INTENCIÓN

Asegura fecundidad de acierto. Monstruosa violencia fue siempre un buen entendimiento casado con una mala voluntad. La intención malévola es un veneno de las perfecciones y, ayudada del saber, malea con mayor sutileza:¡infeliz eminencia la que se emplea en ruindad! Ciencia sin seso, locura doble.

18 - APLICACIÓN Y MINERVA.

No hay eminencia sin entrambas, y si concurren, exceso. Más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. Cómprase la reputación a precio de trabajo; poco vale lo que poco cuesta. Aun para los primeros empleos se deseó en algunos la aplicación: raras veces desmiente al genio. No ser eminente en el empleo vulgar por querer ser mediano en el sublime, excusa tiene de generosidad; pero contentarse con ser mediano en el último, pudiendo ser excelente en el primero, no la tiene. Requiérense, pues, naturaleza y arte, y sella la aplicación.


80 – ATENCIÓN AL INFORMARSE.

Vívese lo más de información. Es lo menos lo que vemos; vivimos de fe ajena. Es el oído la puerta segunda de la verdad y principal de la mentira. La verdad ordinariamente se ve, extravagantemente se oye; raras veces llega en su elemento puro, y menos cuando viene de lejos; siempre trae algo de mixta, de los efectos por donde pasa; tiñe de sus colores la pasión cuanto toca, ya odiosa, ya favorable. Tira siempre a impresionar: gran cuenta con quien alaba, mayor con quien vitupera. Es menester toda la atención en este punto para descubrir la intención en el que tercia, conociendo de antemano de qué pie se movió. Sea la refleja contraste de lo falto y de lo falso.

Oráculo manual y arte de prudencia” de Baltasar Gracián

Humanoides




Los robots humanoides no son más que un inocente pasatiempo. Una actividad lúdica con la que se entretienen algunas de las mentes más brillantes de los Departamentos de Ingeniería Electrónica de las más prestigiosas universidades y empresas del planeta. Un simple juego de excéntricos.


Fuera de esos círculos todo el mundo sabe perfectamente que siempre, y por mucho que avance la técnica, será más fácil y económico, a efectos prácticos, robotizar a un humano que humanizar a un robot.

Perfomance


 
Me gustan los cafés de París, en concreto sus terrazas. Son el patio de butacas perfecto desde el que contempar la obra, de autor desconocido, "El mundo en marcha".

Un largo paseo



La tarde era bastante desapacible y como no tenía planes decidí sentarme en el sillón y dar un largo paseo por Viena.

Al pasar por la calle Herrengasseen entré en el café Central, residencia habitual de Peter Altenberg, donde en medio del enorme salón de columnas gigantescas y bajo una de sus làmparas de araña, jugué una partida de ajedrez con un ucraniano al que todos llamaban Herr Bronstein. Kraus, en la mesa de enfrente, por no dar pistas sobre los males de este mundo, callaba como un muerto. Bruckner y Johann Strauss, habituales del Central, jugaban a los naipes mientras que al fondo, en una mesa cuadrada, intercambiaban opiniones Popper, Wittgenstein y Schlick.
En Michaeler Platz, pude ver a un joven aspirante a la Escuela de Bellas Artes que sentado en el café Griensteidl dibujaba, en un cuaderno, ciudades bombardeadas con enorme detalle. Su nombre, según me dijeron, era Adolf.

A pocos metros de allí, un grupo de músicos callejeros entre los que pude distinguir a Mozart, Haydn, Beethoven, Schubert, Brahms, Mahler y Schönberg interpretaban algunas de sus composiciones a cambio de una monedas.

En el Café Landtmann, Sigmund Freud intentaba interpretar el sueño recurrente de un tal Kafka en el que siempre acababa convertido en un insecto. Allí estaba también Theodor Herzl rumiando su sueño sionista ante la mirada indiferente de Hofmannsthal que tertuliaba alegremente con Musil y Schnitzler mientras en el sótano Lukács daba una de sus habituales y encendidas charlas.

Pregunté dónde podía encontrar a Thomas Bernhard y amablemente me indicaron que me dirigiera al nº2 de la calle Stallburggasse, al café Bräunerhof. Pero de camino me encontré con Joseph Roth... y me lié. Me llevó a decenas de tabernas y nos bebimos hasta el agua de los floreros. Acabamos totalmente borrachos. Como no se sabía el "Asturias patria querida", tarareamos abrazados y a voz en grito, por las calles de Viena, "La Marcha Radetzky" hasta caer extenuados y sumidos en un profundo sueño.

Me despertó el ruido de la cerradura al abrirse la puerta. Era mi mujer. El vuelo charter de regreso Viena-Toledo duró los escasos segundos que tardó ella en recorre el largo pasillo que separa la puerta de entrada del salón. El portatil encendido entre las piernas, varios libros por el suelo, en la cadena un concierto de Año Nuevo, la botella de ron abierta...

- Pero Nacho... ¿Qué haces ahí sentado con esas pintas? ¿No me digas que no has salido a la calle, que has estado toda la tarde ahí sentado sin hacer nada?
- A veces, cariño, no hacer nada es la mejor manera de ver mundo.
 

¡ A la mierda la navaja de Ockham !


Lo aparentemente obvio suele ser lo más dificil de probar o refutar. Tal vez por eso me cueste tanto fiarme de las explicaciones excesivamente simples o las apelaciones al sentido común.

Seguros

Hace un par de semanas mi padre me enseñó la póliza del seguro de decesos que lleva pagando desde hace años para toda la familia, hijos incluidos. Sabía que lo hacía, pero nunca llegué tan lejos como para leer los detalles contratados. No soy nada aprensivo y como ya estábamos metidos en faena lo leí atentamente. Vienen perfectamente especificados todos los detalles: tipo de caja, numero de esquelas, periódicos en los que se publicarán, condiciones del transporte, número de coronas, tipo de lápida,.. vamos todo.
Mentiría si dijese que no me gustaría tener tan organizado un lugar donde caerme vivo como parece que tengo ya el lugar donde caerme muerto.


Tercera mano

En "Segunda mano" de Victor Botas hay un poema en el que siempre que lo leo no puedo menos que "destruirlo", empujar mentalmente a Protarco de Creta y ponerme en su lugar.
(La versión de Victor Botas la transcribo en el primer comentario)

EPITAFIO DE UN FUNCIONARIO MUERTO EN TIERRA EXTRAÑA.

Yo, Nacho de Asturias, pobre funcionario,
vine aquí a hacer carrera;
                                           no a esto.

Escala de grises



Siempre me pasa lo mismo. Me pierden los detalles sin importancia. Me atraen las elucubraciones inútiles y los saberes menos “productivos” para mis propios intereses. A mi padre, por ejemplo, le hubiese gustado que yo hubiera estudiado música. Lo intentó de mil maneras distintas pero todos sus esfuerzos fueron inutiles para su pesar y ahora, visto con el tiempo, también para el mio. Recuerdo haber asistido durante un año, no se... tal vez dos, a clases de piano pero fué imposible. Hoy podría saber solfeo, armonia, composición,... podría disfrutar tocando un piano de pared en el salón de mi casa. Pero no hubo manera. El tiempo que debería haber pasado haciendo escalas y acordes lo dediqué a intentar desentrañar el para mí incomprensible y extraordinario misterio de que no hubiera teclas grises.

Números cardinales - Adrés Suárez


Soy lo imposible




          Soy un nihilista apegado a las tradiciones
          un determinista que cree en la libertad
          un anarquista al servicio del estado
          un ingeniero de letras
          un profesor que nada enseña
          un nómada sedentario
          un católico sin Dios